Publicado el 19 de octubre de 2020 por sntbadmin / Sin comentarios
La agresividad redirigida felina, frecuentemente infradiagnosticada, es un problema grave y peligroso para los propietarios y para el propio gato. Este tipo de agresividad se produce cuando en un contexto determinado se produce un estímulo que provoca en el gato miedo, sorpresa, malestar o dolor. Pero ese estímulo no es accesible en ese momento, y el gato elige otro blanco que sí se encuentra presente, y que puede ser una persona, objeto u otro animal. Afecta al vínculo entre ambos, a su bienestar y puede derivar en otras enfermedades como cistitis idiopática, alteraciones respiratorias, enfermedades infecciosas o dermatológicas. En muchos casos el final de estos animales puede ser el abandono, la eutanasia o la reubicación en otro hogar.
El primer paso para su diagnóstico es descartar que la agresión sea por afecciones de salud. Las enfermedades más comunes asociadas con agresividad en los gatos son enfermedades endocrinas como hipertiroidismo, infecciosas como leucemia, toxoplasmosis o inmunodeficiencia felina, metabólicas de tipo renal o hepático, neurológicas como epilepsia o neoplasias y enfermedades que causen dolor o irritación como otitis, artritis, síndrome urológico felino, abscesos, prurito o patologías discales. Es importante destacar el dolor ya que es un problema infradiagnosticado en la especie felina y que tiene una importancia crucial en el desarrollo de alteraciones del comportamiento.
Los estímulos desencadenantes que pueden causar agresión redirigida incluyen:
- ver, oir u oler a otro gato o a otros animales
- sonidos o estímulos visuales diversos o inusuales
- personas desconocidas
- entornos nuevos o desconocidos
- manipulación o sujección
- estímulos internos como dolor, prurito o irritabilidad
Los ataques redirigidos suelen ser impredecibles aunque en muchos casos los propietarios son capaces de intuir que va a ocurrir ya que perciben que el gato se comporta de manera extraña antes de la agresión. Las señales corporales de advertencia incluyen:
- sacudidas de la cola
- rotación hacia atrás de las orejas
- midriasis
- rigidez de extremidades
- vocalizaciones
Es muy importante que cuando ocurra un ataque se intente romper cuanto antes el contacto visual, alejarse despacio y permitirle que se calme él solo. Nunca cogerlo o levantarlo.
El objetivo principal del tratamiento es evitar nuevos ataques y aumentar su tolerancia al estímulo o evento desencadenante. Conseguir un entorno saludable y seguro para el gato, con recursos multiplicados y separados (agua, comida, arenero, rascadores, areas de descanso y areas de juego), un entorno que permita interacciones positivas, consistentes y previsibles con las personas. Evitar o disminuir la exposición del gato al evento desencadenante siempre que sea posible y si no lo fuera tratar de realizar una exposición gradual, aumentando lentamente su intensidad y asociandolo a un estímulo agradable para él. Si el objetivo de los ataques fuera el propietario hay que restablecer una relación positiva con el gato, sin forzar la situación, evitando manipularlo y en algunos casos incluso las caricias. Evitar el castigo ya que aumenta la tensión. La sensación de control del gato se puede aumentar proporcionando áreas elevadas, estableciendo rutinas consistentes, evitando movimientos bruscos, elevación de voz o mirar fijamente a los ojos.
En casos graves podría ser util el uso de fármacos ansiolíticos o incluso la esterilización si los estímulos de otros gatos son los desencadenantes de la agresión.